La Pereza
La pereza, uno de los
siete pecados capitales y en el que casi todos hemos caído de una forma u otra.
La mayoría de nosotros sabemos lo que tenemos
que hacer, pero cuando llega el momento nos desinflamos, nos cuesta llevar a
cabo nuestro cometido y finalmente nos entretenemos con otras cosas y dejamos
de lado nuestras buenas intenciones. Al fin y al cabo, somos tremendamente
listos y encontramos miles de excusas para no hacer lo que nos habíamos
propuesto.
Habitualmente,
después solemos lamentar nuestra actitud, nos recriminamos nuestra pasividad y
nos juzgamos duramente. Empezamos a decirnos cosas muy negativas que menoscaban
nuestra autoestima, tales como ‘no sirves para nada’, ‘siempre haces lo mismo’,
‘eres tonto’ etc. Con nuestra autoestima baja y convencidos de que no tenemos
remedio, cuando fijamos nuevos objetivos lo hacemos con menos energía aún y
menos convencidos de que podemos alcanzarlos. La historia se repite y cada vez
nos sentimos menos capaces, entrando en un círculo vicioso del que nos cuesta
cada vez más salir.
Sin
embargo, os recuerdo que podemos hacer todo lo que nos propongamos, así que
vamos a analizar algunas de las causas que pueden ser el origen de la pereza,
para identificarlas cuando se presenten.
En primer
lugar la falta de objetivos propios.
Es difícil sentirnos llenos de energía si estamos trabajando para conseguir
unas metas que nada tienen que ver con nosotros o que alguien ha establecido
sin consultarnos. Si reflexionáis un poco veréis que estamos rodeados de estereotipos
sociales a los que parece normal
amoldarse: ganar dinero, alcanzar un peso determinado, vestir de una
determinada forma y una larga lista que cada uno puede completar según sus
gustos (o disgustos, seguramente). Hay muchas personas que se enfrentan una y
otra vez a dietas que nunca cumplen y cuando empiezan a pensar libremente se
dan cuenta de que siguen esas pautas únicamente por adaptarse a unos moldes con
los que no se sienten para nada identificadas. Por eso fracasan cada vez que lo
intentan, porque es un objetivo impuesto, y pasar hambre o perder horas y horas
en el gimnasio no les compensa en absoluto. No es pereza, es ausencia de motivación.
Una vez se
concretan los objetivos personales, podemos encontrarnos con diferentes enemigos que pueden dificultarnos el
camino hasta nuestra meta. Creo que el más peligroso es la falta de confianza en nosotros mismos. Si creemos que no somos
capaces para llegar a donde nos hemos propuesto, entonces nos enfrentamos a la
actividad con desgana; al fin y al cabo, a nadie le gusta fracasar, y tampoco
equivocarse. Entonces el sillón nos llama poderosamente. Allí tumbados podemos
pasarnos horas y horas y luego nos recriminaremos nuestra actitud, pero nos
parece que eso siempre es mejor que el fracaso y la frustración de comenzar la
tarea y no acabarla con éxito. También podemos pensar ‘¿para qué intentarlo?’ y
todo esto sin ser apenas conscientes de ello. En el fondo, nuestro mayor
fracaso es no intentarlo, dejar que pase el tiempo sin darnos la oportunidad de
equivocarnos para luego corregir actitudes, de aprender de nuestros fracasos
para posteriormente convertirlos en éxitos. La mejor manera de superarse es
aceptar que no somos infalibles, pero que tenemos una gran capacidad de
aprender, de interiorizar lecciones y conocimientos y de construirnos a
nosotros mismos, liberando todo nuestro potencial para convertirnos en la
persona que realmente somos.
Por último,
creo que es importante reflexionar sobre la cantidad de esfuerzo que estamos
dispuestos a hacer en pos de un resultado determinado. En menos de un siglo, la
cultura del esfuerzo, al menos en
occidente, ha dado un giro de 180º. Nuestros abuelos necesitaban desplazarse
hasta la fuente para tener agua; sabían que las cartas de los familiares
tardaban semanas o meses en llegar y el tiempo lo marcaba el sol y la luna,
cuando no las estacones. Hoy todo pasa al segundo: tenemos sed y abrimos el
grifo; queremos hablar con nuestros amigos y creamos un grupo en whatsapp;
subimos fotos a Facebook y compartimos nuestra vida minuto a minuto con quien
deseamos, independientemente del espacio que nos separe. Las distancias, tanto
físicas como mentales se han hecho muy cortas, casi inexistentes. Por eso nos
cuesta tanto establecer metas a medio plazo, porque los resultados no son
inmediatos, no son tangibles ni demostrables en segundos. Esta visión de la
realidad nos aleja del esfuerzo y de sus maravillosos frutos, y postergamos las
metas que nos harían más felices y que nos aportarían muchas más satisfacciones
por cualquier programa de televisión, conversaciones vacías o mensajes
innecesarios, conectándonos constantemente con el mundo para no tenerlo que
hacer con nosotros mismos. Así, nuestro carácter se debilita, y queda a merced
de las múltiples distracciones que nos interrumpen continuamente.
Afortunadamente,
tarde o temprano nuestra fiel amiga la
conciencia nos avisa de que estamos haciendo algo mal, pero como no habla
nuestro idioma, se expresa a través de emociones: ansiedad, tristeza, miedo… y entonces
es cuando os animo a que os levantéis del sofá y le deis a la pereza una buena
patada en el culo, y que con valor, le quitéis la máscara y la llaméis por su
nombre verdadero, sea cual sea en vuestro caso.
¿Qué
cosas estás dejando de hacer por pereza?
¿Qué
oportunidades estás perdiendo?
¿Quién
decide tus metas?
¿Qué
te dices a ti mismo cuando pierdes tu tiempo?
¿Qué
te dices a ti mismo cuando te enfrentas a un objetivo?
¿Qué
éxitos alcanzarás cuando venzas la pereza?
¿Qué
significará para ti alcanzar tus metas?
¿Qué
pensarás de ti mismo cuando las alcances?
¿Cómo
vas a celebrar tu próximo objetivo conseguido?
Quin bon article!! M'ha agradat molt, molt clar, profund i al gra!
ResponderEliminarSobretot la pregunta de: qui decideix les teves metes? M'ha fet reflexionar una estona!
Gràcies!! trobar les nostres pròpies metes no és una tasca senzilla: exigeix molta sinceritat amb un mateix i no deixar-se portar per la pressió social... Però si ho aconseguim, tenim molt guanyat per trobar la nostra realització personal. Fins ben aviat!
EliminarFelicidades Toni,
ResponderEliminarGran artículo!!!. Claro y conciso. La cultura del esfuerzo he de seguir desenfocandola para los demás y pensar más en mí.
Isabel alcalde
Gracias Isabel!
EliminarTienes razón. Podemos pensar en nosotros mismos y seguir siendo igual de generosos ¡y a demás nos sentiremos más satisfechos!.
Un abrazo.