Vivir las emociones


¡Saludos a todos!

Con la llegada del nuevo año ¿habéis escogido metas adecuadas? El psicólogo Edwin Locke (1968), llegó a la conclusión de que para que las metas sean verdaderamente motivadoras deber reunir las siguientes características:
Deben estar formuladas de forma específica y concreta. No valen generalizaciones del tipo ‘voy a ver menos la televisión’. Algo mucho más eficaz será ‘sólo encenderé la televisión de 9 a 10 de la noche’.
- Las metas las debéis elegir vosotros. Si os vienen impuestas (por otra persona o por la sociedad) os costará más alcanzarlas.
Que tengan un grado medio de dificultad. Si son muy fáciles no os motivarán y si son inalcanzables dejaréis de trabajar en ellas muy pronto.
- Tenéis que revisar los resultados periódicamente, para poder corregir errores y desvíos.

Si respetáis estas reglas y le ponéis empeño, seguro que conseguís lo que os hayáis propuesto. ¡Ánimo valientes!

Pero hoy quería hablaros de otro tema, en concreto del equilibrio entre dominar nuestro pensamiento y sentir, a la vez, las emociones. Como todos sabréis por propia experiencia, hay emociones positivas y otras negativas. Sin embargo, llamarlas así no me parece muy adecuado. 

Todas las emociones son positivas, porque todas tienen su función y, si estamos lo suficiente atentos y motivados, de ellas aprendemos. Últimamente he leído y he oído mucho hablar sobre el poder que tienen nuestros pensamientos, de cómo nos pueden cambiar la vida y del poder que con ellos desatamos. No podría estar más de acuerdo con eso. Construimos la realidad a través de lo que pensamos y nuestros pensamientos nos aportan felicidad y también tristeza. Limpiar el jardín de nuestra mente de malas hierbas es un trabajo diario y muy duro, sobre todo al principio, pues tenemos que arrancar profundas raíces que agarraron no se sabe cuándo y eso cuesta. Mientras lo hacemos, tenemos mucho que aprender de nosotros mismos y ese aprendizaje viene a través de las emociones. Creo, precisamente, que son ellas las que nos van a ayudar a limpiar nuestro jardín y van a abonar el terreno para que los pensamientos bellos y puros broten con más fuerza y den frutos más sabrosos; pero si intentamos plantar sin haber abonado la tierra agotada y estéril de nuestra mente, poco vamos a conseguir. Imaginemos que hemos perdido nuestro trabajo y tenemos cargas familiares. A menos que seamos maestros en meditación o llevemos años trabajando nuestra autoconfianza exitosamente, es decir, si somos personas que aún no hemos cambiado el enfoque que los medios y la cultura occidental suelen promover, nos resultará difícil pensar que ante nosotros se abre un mundo nuevo de posibilidades, que no hay de lo que preocuparse y que por lo tanto podemos seguir tan felices como siempre. Si nos obligamos a pensar así, nos sentiremos falsos y muy forzados. Será un pensamiento que ahogue sentimientos que tratan de decirnos algo. En mi opinión, no se trata de castrar nuestras emociones ni pensamientos de buenas a primeras. Creo que debemos ir frenando poco a poco esa inercia antes de poder dirigirla hacia otros puntos de vista, otros mundos, y como decía anteriormente, ir aprendiendo por el camino todo lo que podamos. Si nos han echado del trabajo y es para nosotros causa de preocupación, muy probablemente sintamos miedo, ira, tristeza o frustración. Bloquearlas sólo funciona un tiempo, y tarde o temprano aparecerán por algún lado, afectando nuestra seguridad y muy probablemente también nuestras relaciones. Ante una pérdida, sea del tipo que sea, lo conveniente es pasar el duelo. 


Elisabeth Kübler-Ross definió 5 etapas en este proceso:
- Negación: puede que sepamos lo que ha pasado ‘Me han despedido’, pero no acabemos de creérnoslo.
- Ira: ante la injusticia vivida ‘¡Qué desgraciados!¡Echarme a mí que soy el que más trabajo!’.
Negociación: con uno mismo, con una fuerza superior o con otra persona ‘Dios mío, si me ayudas a encontrar trabajo prometo…’.
- Depresión: es el paso previo a la aceptación y va unido a tristeza, miedo, incertidumbre.
Aceptación: se vuelve a la objetividad perdida a causa de las fuertes emociones de las etapas previas, se toma conciencia de la realidad, de lo que ha pasado y se le dice adiós a lo que nos aferrábamos. Ahora estamos dispuestos a comenzar a caminar sin la carga que antes nos paralizaba.

Estas etapas tienen diferente duración según quien las experimente y pueden solaparse unas con otras. Es importante vivirlas con conciencia, esto es, sabiendo que son y deben ser pasajeras, que es un proceso que sana las heridas y de las que podemos aprender muchísimo. Quedarse de forma indeterminada en una de ellas es tan peligroso como saltársela.

Obligarse a ser feliz no da resultado si la situación requiere otro tipo de emoción. Ser sinceros y no recriminarnos lo que sentimos puede ser un gran alivio, pues dejamos atrás una lucha continua con nosotros mismos. Atención, esto no significa regodearse en la desgracia o una excusa para poder lamentarnos de nuestra mala suerte sin freno alguno. Escuchar nuestras emociones, conocerlas, aceptarlas y aprender de ellas son un magnífico punto de partida para una vida plena y consciente, un reposo necesario antes de continuar nuestro camino con más brío y sabiduría.



¿Qué emociones no te estás permitiendo sentir?
¿Cómo gestionas tu miedo, ira o tristeza?
¿Qué lección has aprendido de la última vez que te acompañó una de esas emociones?
¿Cómo has aprovechado ese aprendizaje?
¿Y de las emociones positivas qué has aprendido?
¿De qué manera puedes aplicar lo que has aprendido a tu situación actual?
Si estás pasando un duelo, del tipo que sea (trabajo, relación, ser querido, amistad) ¿en qué etapa o etapas te encuentras?
¿Cómo te puede ayudar la conciencia de ti mismo y tu autoconocimiento en esta etapa?

Si crees que este post puede interesarle a alguien, ¡recomiéndaselo! Y si además dejas un comentario, todos podremos beneficiarnos con tu reflexión.

¡Muchas gracias!

Comentarios

Entradas populares