¡Qué mala es la envidia!

¡Buenos días a todos!

Estaba en el gimnasio, subido en la elíptica y mirando las calorías que estaba consumiendo. Hay que ver lo fácil que es adquirirlas y la de pedaleadas que cuesta eliminarlas. Como me estaba agobiando un poquitín ese pensamiento, me puse a mirar a mi alrededor. A esas horas de la mañana, la mayoría de usuarios son jubilados que demuestran una energía que a mí personalmente me estimula. Y lo que es más, exhiben un buen humor del todo envidiable: hablan entre ellos y se gastan bromas mutuamente, comentan las noticias del día y reparten chistes a diestro y siniestro. Yo quiero ser así de mayor.

Seguí observando. Un treintañero trabajaba sus bíceps levantando unas mancuernas. Se veía que estaba muy en forma y pensé: Yo quiero ser así AHORA. Qué envidia

Y de eso me gustaría hablaros hoy, de la envidia que, según dicen, es el deporte nacional.

¿Os habéis preguntado alguna vez qué es lo que hay detrás de la envidia? ¿Qué otros sentimientos subyacen cuando la experimentáis?

Puede que algunos sintáis tristeza o ira ante la injusticia de que alguien tenga lo que vosotros no poseéis. Otros puede que resignación ante lo inalcanzable de lo deseado o directamente frustración. Luchar contra la envidia malgasta mucha energía si nuestros esfuerzos no van en la dirección correcta.  Podríamos pensar que la manera de superarla sea focalizando nuestra atención hacia otros objetivos. En el caso que os planteaba, me tendría que haber centrado en los alegres jubilados o en el dichoso contador de calorías.

Pero no fue eso lo que hice. Mirar a otro lado no me convencía. Intenté indagar un poco más en lo que había ahí abajo y me di cuenta de que estaba activando un patrón social que me impulsaba a desear un cuerpo diez. Pero ¿es eso lo que yo quería? Si era así, sabía lo que tenía que hacer: dieta estricta, acudir al gimnasio cinco veces a la semana y aumentar mi programa de ejercicios con rutinas diseñadas por un profesional que me ayudasen a alcanzar mi objetivo. Seguramente, mi cuerpo sufriría una transformación progresiva que me acercaría de alguna manera a ese ideal. Y me dí cuenta de que efectivamente ‘sufrir’ es lo que realmente me estaba planteando. Podía ‘sufrir’ y mejorar mi forma física muy por encima de lo estrictamente indicado para gozar de buena salud, o podía aceptar que esa no era mi prioridad. ¡Vaya! Asumiendo que era yo el que decidía, me di cuenta de que ya no se trataba de una injusticia, por lo que no había razón para estar molesto. Sabía que si mi motivación aumentaba en el futuro, entonces podía cambiar a voluntad mis prioridades.

Pero qué pasa si ansiamos algo que aunque nos empeñemos no podremos tener jamás. Por ejemplo, 10 centímetros más, ojos de otro color o un cociente intelectual superior al que tenemos. Es muy común que estos deseos (y observar que hablo de deseos, no de necesidades) sean fruto de la comparación que establecemos entre nosotros y los demás. Compararnos es lo peor que le podemos hacer a nuestra autoestima porque SIEMPRE habrá alguien mejor que nosotros en un aspecto determinado: nunca seré el más inteligente, ni el más fuerte, ni el más alto, ni el más guapo… Si tomamos como referencia a los demás, es muy probable que salgamos escaldados. En cualquier caso, nos estamos olvidando de algo muy importante, y es de nuestra singular valía. Ignorarla o desconocerla son signos inequívocos de falta de autoestima. En nuestro interior tenemos todo lo necesario para ser felices, y el que todo tiene nada envidia.

¿Cómo te sientes cuando te comparas?
¿Qué te impulsa a repetir la comparación?
¿Por qué otro pensamiento podrías sustituir la comparación?
¿Qué talentos tienes?
¿Qué tiempo dedicas a pensar en esos talentos?
¿Cómo te sientes cuando piensas en ellos?
¿De qué manera los puedes potenciar?
¿Qué formas se te ocurren para que esas cualidades que tienes te acerquen a tus objetivos?
¿En qué medida el desarrollo de tus talentos ayuda a disminuir el sentimiento de envidia?
¿Qué relación tiene lo que envidias con lo que deseas?¿Y con lo que necesitas?
¿De qué manera puedes conseguir lo que necesitas aún sin poseer aquellas cualidades que envidias?
¿Con qué talentos cuentas para conseguirlo?

Si el tiempo que dedicáis a envidiar a los demás lo invertís en contestar estas preguntas, estaréis algo más cerca de evitar las consecuencias negativas de ‘nuestro deporte nacional’. Os animo a que generéis nuevas preguntas y os atreváis a responderlas. Daos el tiempo que necesitéis. No dejéis que vuestra mente os traicione y cread nuevos pensamientos más positivos hacia vosotros mismos. Recordad que la mente es el mejor de los siervos, pero el peor de los amos.

Un abrazo – Toni

Comentarios

  1. Mi pensamiento positivo es que podemos transformar lo que comentas como envidia en admiración, por tanto, que las personas que nos rodean sean una fuente de inspiración para la transformación en mejora. Gracias por la reflexión!

    ResponderEliminar
  2. Creo que tienes mucha razón, todos tendemos a compararnos continuamente. Supongo que cada uno lo hace de una forma o de otra. Creo que me puede ir muy bien poner en marcha tu propuesta.Gracias!
    Y además quería comentar que tu artículo tiene garra y talento! Enhorabuena! Ya espero el siguiente.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares