¿De quién depende nuestro estado de ánimo?

¡Feliz año a todos!

¿Cómo han ido las fiestas?¿Ya os habéis marcado todos los buenos propósitos por cumplir en el 2.012?¿Os ha tocado la lotería? A mí no me ha tocado nada; en realidad sólo invertí 10 euros de mi presupuesto anual en el sorteo. Muchos, en mi misma situación, habréis oído aquello tan común de ‘al menos tenemos salud, que es lo que importa’, como premio de consolación. ¿Cuánto invertís en vuestra salud? Y ahora hablo de la emocional, ¿lo dejáis en manos de la suerte o trabajáis activamente en ella?

Un día previo a estas fiestas salí de buena mañana para hacer las compras de Navidad. Me había levantado pronto y había cumplido con todos los requisitos para comenzar la jornada con buen pie: una ducha tranquila con jazz de fondo, desayuno especial a base de alimentos sanos y la luz del sol entrando por mi ventana ¿se podía pedir más? Salí de casa con un humor estupendo, dispuesto a comprar regalos y disfrutar de aquel día maravilloso. Me sentía feliz, relajado, en paz con el mundo.

Al cruzar la calle, una moto casi me atropella y aunque había sido en un paso de cebra, el conductor me obsequió con un espontáneo ‘¡ATONTAO!’ que le salió desde lo más profundo de su corazón, muy acorde con las fechas en las que estábamos. El día se tornó un poco más gris y mi sonrisa ya no era tan amplia. ‘Será c.....’ Pensé para mis adentros. Continué mi camino a un ritmo más acelerado, ya no paseaba plácidamente. Al llegar a unos grandes almacenes, una señora bajita con bolsas me encajó algo durísimo en las rodillas. Una fuerza tan inusual sólo puede tener su origen en mala leche acumulada durante días. Y recordé que hay quien odia las Navidades. Ni siquiera se detuvo al oír mi queja y ni mucho menos se disculpó. Si hubiese podido caminar me hubiese lanzado tras ella, pero el dolor me mantenía paralizado, sobre mi pierna sana. La media sonrisa que me quedaba se había esfumado. El azul del cielo me importaba poco y mi buen humor se hundía en el agujero negro del dolor de mi rodilla. Llegué a la planta de caballero, escogí un jersey en menos de 30 segundos y me dirigí a la caja más cercana.

Al llegar mi turno la cajera más que sonreír me enseñó los dientes. No hubo saludo alguno, pero juraría que la oí gruñir. Tampoco hubo contacto visual. Alargó sus manos y me arrancó la prenda, buscó la etiqueta y le pasó el lector con rapidez y demasiada energía. Pensé que estaba de muy mal humor y que se estaba comportando de forma grosera. Yo sonreía pero de nada servía, pues no me miraba a la cara. Me fastidió esa actitud. Yo no le había hecho nada y no era mi culpa si no le gustaba su trabajo. Noté  que me estaba enfadando aún más. No sólo sufría su comportamiento, sino que traje a la memoria al motorista y a la señora con bolsas. Ya no había paz en mi mente. Extendí la tarjeta regalo y la pasó también por el lector. Me dio el comprobante de compra y la bolsa todo a la vez. ‘¡Ala!’ pensé ‘qué bruta’. Había cola y yo era consciente de ello, pero me interesaba saber el saldo de mi tarjeta y me atreví a preguntárselo. Entonces sí que me miró a los ojos y su gesto no tenía nada de amable, ni parecía muy dispuesta a colaborar. Mi cara, a esas alturas, tampoco debía ser el reflejo de la bondad del alma. Tardó un segundo en responderme, que se me hizo larguísimo: ‘Lo debe poner en el ticket pero déme OTRA VEZ  la tarjeta y se lo miro’. Marcó mucho esas palabras, y supuse que le fastidiaba que no se lo hubiese pedido la primera vez. Me escupió el saldo y me fui de allí, haciendo acopio de toda mi paciencia para no estallar.

Apenas habían pasado un par de horas desde mi magnífico despertar, y allí estaba yo, cabreado como una mona y echando pestes de todos y cada uno de los seres humanos que se encargaban de amargarle el día a uno.

¿Os suena esta situación?¿Os habéis encontrado alguna vez en alguna parecida? ¿Cómo os habéis comportado?

Valorar el porqué del mal humor de los demás, y menos si no los conocemos, nos puede llevar a formarnos una impresión equivocada y sobre todo, a predisponernos a actuar en consecuencia sin siquiera haber contrastado nuestras creencias sobre esa persona con ella misma, quien es quien tiene, sin duda, sus verdaderas razones.

Además, hacemos nuestro su problema, aceptamos quedarnos con su mala disposición y su carga negativa. En definitiva, le damos el poder de cambiar nuestro humor, le damos el poder de nuestro equilibrio.

En ocasiones, situamos el origen de nuestro bienestar o malestar en causas ajenas a nosotros, nos quejamos de que tal o cual persona nos ha puesto de mal humor, de que la lluvia nos causa tristeza o de que la mala suerte nos acompaña en lo que hacemos. Nos despojamos de toda responsabilidad y culpabilizamos a agentes externos de cómo nos sentimos sin darnos cuenta de que esa transferencia de poder, que debería permanecer en nosotros, nos hace más inestables y sobre todo, nos impide ser quien realmente somos. Esta forma de ver las situaciones nos enoja con los demás, nos hace reaccionar de forma negativa ante actitudes negativas, multiplicando el efecto en lugar de minimizarlo.

Nos parece que si nos atienden mal en un comercio nos están faltando el respeto e incluso que atacan a nuestra integridad, que debemos hacer algo al respecto. Y es cierto. Si sentimos que nuestro respeto está en poder de otros, tenemos que ponernos manos a la obra para volver a ser dueños de nosotros mismos.

¿Qué es lo primero que piensas cuando te tratan inadecuadamente?
¿A qué comportamientos te lleva ese pensamiento?
¿Cómo te sientes después de haberte comportado de forma reactiva?

Aceptar la responsabilidad de las propias emociones significa actuar en consecuencia con lo que nosotros somos, liberar a los demás de nuestros juicios, y aceptar que somos libres de dar la respuesta que deseamos en cada momento. Que nos parezca difícil no significa en absoluto que sea imposible.

Ante situaciones difíciles ¿qué pensamientos te ayudará a afrontarlas desde la responsabilidad?
¿Qué juicios estás emitiendo sobre el otro que te impiden ser dueño de ti mismo?
¿Qué facetas de tú carácter y humor van en función del carácter y humor de los demás?

Un abrazo - Toni

Comentarios

  1. No he dejado de pensar en esta reflexión desde que me la hicieron en Barcleona estas pasadas navidades pues nunca había escuhado el término "reactivo", y he de confesar que me he identificado con lo que significa...
    Soy de lo que atacan cuando se siente agredido. De los que consideran injusto que perturebn tu estado de paz y serenidad con agresiones inecesarias. Y de los que consideraba que había que poner a esas personas en sus sitio.
    Ahora comprendo que me hago esclavode ellos y deposito mi libertda en sus manos en vez de en las mías...
    Por eso estoy intentando ser menos "reactivo".
    Gracias Toni

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